sábado, 17 de diciembre de 2011

LA JUSTICIA DE LA SRTA. PEPIS

             Llevamos una semana de “juicio” y cada vez que leo el resumen diario se me abren las carnes.
            Nuestro sistema procesal es tan rematadamente absurdo, ineficaz, caro y hasta injusto que para dilucidar si un señor ha recibido unos trajes bastante corrientes y molientes, sin conceder favor a cambio, llevamos con este asunto a cuestas varios años.
España es un país “obsequioso”. Entre una cajita de botellas de vino y una botella de Pingus, un Misako y un Loewe o una Parker y una Mont Blanc hay un mundo, pero cada cual en su nivel sabe dónde está el buen gusto y  la medida de la ofensa. De cuánto ha de partir para no ser rácano y  hasta dónde debe llegar para no cruzar la raya del cohecho.
            Regalar un traje, o tres o cuatro, resulta rarete en la medida que el receptor ha de colaborar necesariamente en su preparación, pero ¡allá cada uno! Digamos que esa apreciación entra en la sección del buen gusto que, en mi opinión resulta pésimo y de bastante poca clase pero ya se sabe “quod natura non dat, Salmantica non praestat”.
            Ahora bien, rácano no parece puesto que el “óbolo” en cuestión dicen ronda los 20.000 €, pero ¡caray! ¿en qué cabeza cabe que se pueda “comprar” o torcer la voluntad de un Presidente de Comunidad autónoma por ese dinero?.
            Superado el análisis del “absurdo”, vamos con la “eficacia”.
 En mi opinión el proceso es absolutamente “ineficaz”  Sea cual fuere el resultado del litigio  la “condena” se materializó desde el momento en que este señor abandonó el cargo puesto que haya cometido o no un delito lo ocurrido no es ético ni estético.
¿Caro? Ahí es donde me pongo enferma. Tenemos una justicia sin recursos ni medios que tarda perfectamente 10 años en resolver un asunto de Tribunal Supremo, en la que las sentencias devienen en inejecutables y las partes se mueren, literalmente….. y se ha montado un juicio con intervención de varios cientos de intervinientes en sus diversas fases…. para concluir en una sentencia que, con todos los respetos, es sustancialmente política y sólo les importa a “ellos”. ¿A cuánto nos ha salido el centímetro cuadrado de traje, de ser condenado, o la desvergüenza del PSOE valenciano de ser inocente?.
Y para terminar lo más espinoso: la “injusticia”.  Una vez más nos encontramos con un juez que entra y sale del juzgado a la política y de ahí al juzgado como perico por su casa. En este y otros casos de idéntica factura no sólo no se puede presumir su imparcialidad, sino que se puede afirmar su parcialidad.
En definitiva, casos como este que todos conocemos varios, ya por exceso o por defecto,  la justicia contaminada por la política deja de escribirse con mayúsculas y abandona su balanza y venda para meterse en el maletín de la Señorita Pepis.
El Poder Judicial, y los valores que la refuerzan como pilar de nuestro sistema de convivencia deben ser también puestos por Rajoy y su equipo en la lista de “manifiestamente mejorables”.

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