Para mi el año, lo que se dice el año "de calendario", empieza el 1 de Septiembre. Como aún no se ha cosechado la uva me tomo un buen melocotón, más suave, carnoso y sofisticado que la uva a la que prefiero degustar hecha vino y en copa..... y abro una página en blanco por escribir.....
Si.... el año "oficial" empieza en septiembre y con él un montón de proyectos que hemos ido diseñando en las siestas veraniegas.... unos empiezan con propuestas de mínimos y concentran sus buenos propósitos en los michelines y se apuntan a un gimnasio.... y otros, tras convivir 24 horas de canícula durante varios días seguidos se tiran en plancha con un horizonte de máximos y se divorcian.
Basta leer las estadísticas para darse cuenta que ambos extremos son ciertos y consecuencia de este "Año Nuevo" mental que supone el 1 de septiembre.
En el fondo, pienso que todo esto ocurre porque somos también cíclicos como parte de la naturaleza y no nos damos cuenta de que, por ser sus "Reyes" deberíamos tener presente algo mucho más importante y que nace de nuestra libertad, consustancial con nuestra individualidad y la capacidad de cada uno para llevar el timón de su destino y es que, cada día, es en verdad el primero del resto de nuestra vida.
Parece una perogrullada, pero es una certeza simple y contundente.
La banalización, el aborregamiento generalizado y esa especie de sentimiento gregario "telecinqueño" nos ha hecho perder, en mi opinión, la capacidad de darnos cuenta de nuestro potencial y de nuestra responsabilidad a la hora de tomar las riendas de nuestra propia vida, individual, única, irrepetible.... y olvidamos que cada día no es tan sólo una prolongación de nuestro pasado sino también, y sobre todo, una puerta a nuestro futuro, cada día es nada más y nada menos que el primero del resto de nuestra vida.... cada día es "Año Nuevo".
