Ya sé que “rapidito” no es
gerundio ni verbo tan siquiera, pero me da lo mismo. Me parece una frase tan
graciosa que merece la pena. Primero porque su autor es la mitad de mi corazón
y segundo porque… ¡qué caray, tiene razón!... “Ir deprisa” es una palabrota
para la vida porque acaba pronto con ella.
Y
vuelvo a un tema que me provoca una reflexión recurrente… “el tiempo va que
bufa…” Antes de que nos demos cuenta ya estamos en Navidad y, sinceramente, a
veces tengo que pararme a pensar en qué mes vivo…
No “vivimos”… “consumimos
el tiempo” o incluso los más avezados “lo matan”.
Con
lo mucho que valoro el tiempo no entiendo cómo hay personas a quienes les
preguntas… “¿Qué haces?” y con un desparpajo que asusta responden… “Nada…
¡matando el tiempo!”… y francamente me les imagino a martillazos con un reloj
como posesos…¿habráse visto semejante subnormalidad cuando la esfera lleva
escrito su nombre?...
En
el lapso de una semana he tenido dos experiencias maravillosas de jugar con el
tiempo… de comprobar cómo se detiene si tú quieres y cómo los minutos duran más
de 60 segundos y, en ambos casos, ese estiramiento subjetivo del tiempo tiene
que ver con la ausencia de comunicación y la abundancia de inmensidad….
La
primera vivencia fue en un vuelo trasatlántico. Aunque el trayecto de ida dura
ocho horas realmente sólo consumes dos porque hay seis de diferencia. Sentada a
varios miles de pies sobre el agua, con la sensación de flotar sobre una cama
de nubes el tiempo va muy muy despacito y mientras dejas que tu mente se inunde
del intenso azul del cielo, sin horizonte… te das cuenta de que realmente no
eres nada…. Una célula viva un poco grande que ocupa …. “nada” en el infinito
del universo… y encima te crees que vas deprisa… ¿adónde?... ¿a hacer qué?...
La
segunda el polo opuesto. Un fin de semana en un pueblo perdido de la montaña,
con un paisaje verde que gritaba vida de primavera a borbotones… donde los
teléfonos móviles son prescindibles: no hay cobertura…. ¡y tampoco les hace falta
que es lo más gordo!
Por
una razón o por otra lo cierto es que estuve “incomunicada” unas horas y engullida
por el cielo o por la tierra… y la sensación fue la misma …. Sentirme mínima en
el universo y suspendida en el tiempo… y durante unas horas ese mismo tiempo
empezó a ir más despacio y a hacerse más íntimo y personal…
Y
comparando una y otra experiencias pude disfrutar intensamente que en
determinadas circunstancias el tiempo objetivamente se “alarga e interioriza” y
te permite “ser”, para actuar, para vivir… Da igual estar en un avión que en un pueblo
perdido en la montaña…. Y es en esos momentos cuanto con un poco de suerte
percibes que eres “dueño” de tu tiempo, y tu “yo” más íntimo, generalmente
acobardado por la prisa, sale de su escondrijo y se dedica a ordenar tus ideas
poniendo lo importante en la estantería de lo importante, lo accesorio en la
estantería de lo accesorio, lo imprescindible en el tarrito de las esencias y
lo prescindible…. en el contenedor para reciclar… Y digo bien… “reciclar”
porque absolutamente todo sirve para aprender y para seguir viviendo.
Es
increíble comprobar cómo las noticias próximas o lejanas se suceden a cual más
impactante…. para quienes aún conservamos la capacidad de sorprendernos… pero
más increíble y provechoso hacer un paréntesis, salir de los rápidos,
agarrarnos a una roca, sentarnos en la orilla y contemplar cómo todo se sucede…
pensar en nosotros mismos y decidir sobre nuestra vida para impedir que se le
lleve la corriente.