miércoles, 7 de diciembre de 2011

CARTA AL REY

                Señor:
                En tiempos de derrumbe de instituciones y mudanza de hábitos confieso que desde que recuerdo vengo siendo monárquica por convicción y de corazón.
                Soy monárquica por convicción porque es nuestra condición la de un pueblo visceral y extremo, capaz de cometer las más salvajes tropelías y los actos de mayor generosidad y desprendimiento, todo ello con gran pasión. Y ante semejante visceralidad considero positivo que la Jefatura del Estado no responda a colores ni ideologías y que nos represente a todos por igual, sin tener como horizonte unas urnas. Esa falta de clientelismo también, no cabe duda, hace que sea más barato un Rey que un Presidente de República aspecto igualmente a considerar.
                Soy monárquica de corazón porque es de justicia reconocer que tanto su Majestad como la Reina se han ganado día a día, año tras año, mi respeto, mi agradecimiento y, en consecuencia, mi afecto porque en mi modesta opinión creo que realmente están poniendo sus vidas a nuestro servicio, a mi servicio. Siempre han estado dónde, cómo y cuándo tenían que estar. Es obvio que tienen determinadas prebendas que superan con mucho las de cualquier ciudadano, pero ¡que quiere que le diga Señor!, yo no me cambiaría por ustedes porque, con el debido respeto, sólo se vive una vez y el sacrificio me parece excesivo. Tal vez sea porque no me educaron para eso.
                Ahora, le veo con esas gafas negras y siento una enorme pena. Vale que se haya dado un trastazo, pero mucho peor es el golpe que lleva en el alma y le obliga a ir con los ojos ocultos para que no podamos ver su tristeza y tal vez su vergüenza.
                Realmente Señor, no hay derecho a que a estas alturas de la vida le hagan esto. Por deformación profesional presumo la inocencia de su yerno pero, ciertamente, la cosa pinta fea.
Feo es si se lo ha llevado porque es nuestro, de los contribuyentes.
Horroroso que hubiera defraudado al fisco porque Hacienda somos todos.
Espeluznante que los pelotazos se pudieran extender por toda España porque evidencia que no fue “un” error sino un “modus vivendi”.
 Y lo más pavoroso de todo que hubiera utilizado a una Infanta de España y abusado de la confianza del Jefe del Estado: el Rey.
Cabe otra opción que ¡ojalá! sea la verdadera: su yerno es tonto y se han aprovechado de él a sus espaldas utilizando su nombre y posición. No es muy gratificante pero sin duda sería la mejor para todos.
                En cualquier caso, Señor, Su Majestad no se merece esto. No hay derecho a que nadie utilice al Rey para delinquir a su sombra. Cierto es que en todas las familias “cuecen habas” pero en la Familia Real no ha de cocerse ninguna, so pena de correr el riesgo de que se quemen todas.
                Lo lamento por la Infanta a quien, tal vez su responsabilidad ante la Historia de España, le obligue a adoptar una decisión personal de sacrificio que, de otro modo, no habría de plantearse, pero llegados a este punto hay cuestiones más importantes que el amor.
                Y lo siento, sobre todo, por su Majestad porque, no hay derecho Señor, no hay derecho.
                               Con todo mi afecto y respeto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario