miércoles, 2 de noviembre de 2011

APROVECHEMOS LA CRISIS

            Desde que empezó a llegar el rumor de la ola hasta que su espuma nos arrastre hacia la orilla vivimos en un sin vivir que se hace insoportable.
            Hace ya varios años que los gurús de la economía mundial comenzaron a anunciar una crisis, que luego se hizo “sin precedentes”, de la que aún no saben si hemos tocado fondo, que desconocen cuándo y por dónde va a romper y que, finalmente, nadie parece saber hacia qué futuro nos conduce. Y hablo en tercera persona porque de macroeconomía francamente no entiendo gran cosa y, aunque vivimos tiempos en que todo el mundo pontifica con desparpajo sobre cualquier tema, aunque no tenga repajolera idea, yo sigo manteniendo la prudencia como una virtud de práctica necesaria para el bien común.
            Era muy evidente que en nuestro primer y occidental mundo íbamos en loca carrera hacia ninguna parte.
En España, pasamos de ser Quijotes a ejercer de auténticos Sanchos. Todos queríamos una ínsula Barataria más grande que la del vecino, un rocinante más lujoso, una faltriquera más llena, una pitanza de autor con más plato que condumio, una holganza más prolongada y vanal, y a ser posible una opción a cambio de Dulcinea cada cierto tiempo.
Ya no había “Caribe” para tanto Curro, ni plástico para tanto “todo incluído”, los BMW-5 parecían regalarlos con el Fairy y los pisos se compraban a racimos…
… Hasta que nuestro ridículo paraíso reventó…
Despojados de la “importancia” de lo superfluo, nos hemos dado cuenta de que tenemos nuestras vergüenzas al descubierto: como sociedad carecemos de moral, vagamos huérfanos de ideología más allá de la del dinero, nuestro horizonte se pone cada día y mañana es el futuro incierto, los líderes carismáticos pasaron a mejor fortuna, estamos sometidos a cuatro o cinco administraciones que nos fagocitan. La ordinariez y zafiedad han desalojado a la educación y las buenas maneras y, en definitiva, andamos en gran mayoría como “pollos descabezados”.
Ha sido necesario que saltara por los aires nuestra vida de nuevos ricos para darnos cuenta de que, realmente, estamos huecos. El dinero nos ofuscó pero el cese de su flujo nos ha dejado las cosas bien claritas.
Pero cierto es que nunca hay mal que por bien no venga y como individuos y como sociedad nos encontramos ante una gran disyuntiva.
Podemos escoger dejarnos llevar hasta que la espuma de la crisis nos deposite en cualquier playa, medio ahogados y exhaustos, esperando a que lo que quede de papá Estado nos eche una mano para levantarnos.
O podemos elegir volver a empezar. Recomponer la figura, sacar del armario la paciencia, la energía, las ganas de hacer las cosas bien. Educar a nuestros hijos en el esfuerzo, la disciplina y el respeto. Recordar a nuestros representantes para qué y por qué están donde están. Exigir un comportamiento ético a la banca y poner límites a la codicia. Repensar la organización politico - burocrática que nos hemos dado y adelgazarla para que la sociedad civil engorde a su costa. Despertar a los sindicatos de su sueño en la noche de los tiempos….
Hay mucha tarea por delante y muchas perspectivas posibles para cada una de ellas pero el bullicio del debate traerá agilidad a las mentes, generará líderes, configurará ideologías y con suerte se diseñarán nuevos horizontes más allá de donde se pone el sol.
Tenemos que recuperar la esperanza y los sueños. No podemos perder más tiempo. Utilicemos la crisis para recuperar la sustancia de nuestras vidas. Es nuestra responsabilidad y también nuestra obligación para con las generaciones venideras.

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